Hay algunas cosas inevitables en la vida y las rutinas de septiembre son parte del conjunto: la temporada tontalas familias afrontan la vuelta al cole y los políticos inician la batalla naval por los Presupuestos del Estado (OE).
Más que nunca, el Gobierno tiene entre manos una situación delicada. Son cinco meses de poder minoritario y la necesidad de aprobar la OE para evitar uno de dos escenarios: elecciones anticipadas incluso antes de las locales y presidenciales -consecuencia que se convirtió en una característica del presidente Marcelo Rebelo de Sousa después de dos legislaturas incompletas- o lograr el país en doceavos.
La matemática parece simple: PSD y PS logran aprobar el presupuesto con una votación conjunta, PSD y Chega también; pero la cuestión no es nada sencilla, ya que tanto la izquierda como la derecha exigen que Montenegro negocie y encuentre concesiones. Sin un compromiso de todas las partes, la doctrina de Marcelo apunta a un escenario de elecciones anticipadas y alimenta el chantaje de la oposición.
Ya es sabido que Pedro Nuno Santos no quiere ceder en el tema del IRC o del IRS Jovem, forzando una vez más la agenda fiscal del PS. Por otro lado, aprovechando este momento de importancia que se le ha dado un poco casualmente mientras dura, Chega exige un referéndum sobre la inmigración, como si éste fuera realmente el tema divisorio en el país y en el presupuesto en este momento, y la exclusión del PS de las negociaciones, porque… ¿por qué no?
Nadie quiere discutir temas que importan para el largo plazo del país o presentar propuestas alternativas de salud, educación, vivienda y justicia, temas que deben discutirse y negociarse y que han sido urgentes durante varias legislaturas.
Es obvio y natural que el Gobierno que acaba de ser elegido quiera ver las propuestas que lo eligieron en su primer presupuesto; en una democracia, esto tiene que contar para algo. Sin embargo, Montenegro, al tratar de evitar el desastre político y la necesidad de elecciones anticipadas, se ve presionado a hacer concesiones que comprometen su propia plataforma y la integridad del programa del Gobierno. Nadie quiere ceder, pero todos son conscientes de que alguien tendrá que ceder y a eso están condenados los partidos -está por ver si el partido que gobierna o la oposición-.
El escenario duodécimo, resultado de un presupuesto no aprobado, es una alternativa que no sólo revela la debilidad del actual ejecutivo sino que también amenaza la estabilidad administrativa del país. Aunque no se trata de un escenario sin precedentes en Portugal, en el corto plazo es un reflejo de una incapacidad para gobernar eficazmente y una señal de que el Gobierno no fue capaz de lograr uno de los primeros consensos básicos para gobernar –como lo será, en el futuro, cada vez que sea necesario aprobar algo?
Sin un presupuesto que nos permita hacer reformas importantes, tenemos un país condenado a la pequeñez por la propia clase política. Vamos de elección en elección intercambiando camisetas entre PS y PSD y nadie resuelve nada, sólo la minoría que se convierte en mayoría absoluta. ¿Es esto lo que aceptamos?