Por encima de nuestras cabezas, la vid se extiende en ramas, en una especie de jardín colgante, protegiéndonos del sol. Para cosechar, simplemente levante los brazos y recoja los densos racimos de pequeñas bayas. María Palmira Cerdeira se ríe como una niña. “Nos llamaron locos”, recuerda. Fue hace 50 años, cuando ella y su marido, João António, ya fallecido, decidieron plantar el que fue el primer viñedo continuo de Alvarinho en Melgaço. Era el año 1974. Lo llamaban Soalheiro.
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